Síguenos en las redes sociales  

Clavos y Tornillos

Un clavo se quejaba ante su amigo el tornillo.
-Mi vida es muy desgraciada pues cada vez que quiero ser útil, hay un martillo que tiene que golpear mi cabeza hasta hundirme en la madera; imagínate como me siento cuando la madera es dura, o cuando para colgar un cuadro me clavan en la pared. Mi dolor es intenso y a veces me doblo; pero pobre de mí cuando me pasa esto; pues me arrancan con una tenaza y me golpean en las costillas para enderezarme, y vuelta a empezar. ¡Qué triste y golpeada es mi vida!

-En cambio tú, con tu rosca elegante y tu cabeza acanalada, no sólo eres más bello, sino que no tienen que golpearte como a mí.

El tornillo, que había escuchado las quejas del clavo, replicó:
-Tú te lamentas por los golpes y piensas que yo tengo una vida fácil, pero te equivocas. Si supieras lo que debo soportar cuando el destornillador me retuerce una y otra vez hasta que consigue atornillarme. Siempre acabo mareado y dolorido.

-Más de una vez mi canaleta se abre partiendo mi cabeza en dos y entonces como ya no pueden enroscarme, suelen golpearme como a ti y claro, al tener rosca, mi sufrimiento es mucho mayor que el tuyo.
Y otra cosa que me molesta muchísimo de ser un tornillo es que cuando alguien está medio loco o tonto, dicen: “a este le falta un tornillo”. ¿Te parece eso normal?

Hubo un silencio pero de pronto el clavo empezó a reflexionar en voz audible:
-Los hombres no son locos o tontos porque les falte un tornillo, sino porque tienen necesidades, problemas y cometen muchos errores en la vida. Créeme, que de este asunto, yo sé bastante.
Jesús murió precisamente por todos esos errores y necesidades de los hombres y fueron mis parientes los clavos, los que se encargaron de clavar en la cruz sus manos y sus pies.

-Nunca me he sentido orgulloso con eso que hicieron mis antepasados, pero por otro lado, siento que de alguna manera esos clavos de dolor y sufrimiento, también contribuyeron a la obra redentora de Jesucristo en el Calvario. Gracias a eso, todo aquél a quien le falte un tornillo, tenga necesidades, problemas y esté harto de sus propios errores, puede hallar una nueva vida en Cristo Jesús.